Sermón predicado en Hebreos 4:15-5:10 por el Reverendo W. Reid Hankins durante el servicio de adoración por la mañana en la Iglesia Presbiteriana de la Trinidad en 5/27/18 en Novato, CA.
Sermón
Reverendo W. Reid Hankins, M.Div.
Traducido por el Diácono Diego Merino.
Hebreos 4:15-5:10
5/27/18
“Llegar a Ser Sumo Sacerdote”
En el pasaje de la semana pasada, leemos el final del capítulo 4 donde fue presentado Jesús como el sumo sacerdote misericordioso que nos trae ayuda de Dios. Hoy, a medida que profundizamos en el capítulo 5, vemos que este tema de Jesús como sacerdote comienza a expandirse. Así como Hebreos nos enseña acerca de Cristo como sacerdote, el libro lo hará con muchas comparaciones con el sacerdocio aarónico que tenían bajo el antiguo pacto. Este antiguo sacerdocio del pacto era un tipo y una sombra del sacerdocio que vendría en Cristo. Eso significa que hay ciertamente similitudes con el sacerdocio aarónico que nos ayudan a entender lo que Cristo vino a hacer. Pero eso significa que también hay diferencias que nos muestran como el ministerio sacerdotal de Cristo era superior a cualquier cosa disponible bajo el antiguo pacto. Entonces, en el pasaje de hoy veremos estas similitudes y diferencias asociadas con dos aspectos del sacerdocio de Cristo: su nombramiento divino, y su ministerio compasivo.
Comencemos entonces con el nombramiento divino de Jesús al sacerdocio. Empezaremos mirando el versículo 4 sobre el antiguo pacto del sacerdocio aarónico. Allí encontramos un principio importante: nadie se hace a sí mismo sacerdote. Eso sería presuntuoso y un sacerdocio ilegítimo. Para ser sacerdote es ser un mediador entre Dios y el hombre. Aunque podemos pensar como en un sentido, el sacerdote está especialmente representando a los humanos ante Dios, en el versículo 4 vemos que es Dios quien escoge al sacerdote. Dios autoriza a alguien para ser un sacerdote. Como dice el versículo 4, “ningún hombre toma este honor para sí mismo” y señala a Aarón como un ejemplo. Aarón no se promovió a sí mismo para ser un sacerdote de Dios. Más bien, encontramos en Éxodo 28 que Dios apartó a Aarón y a sus descendientes para servir en el orden sacerdotal para la nación de Israel bajo el antiguo pacto. El hecho de que Dios sea quien escoja a sus sacerdotes, nos recuerda lo que vemos en el versículo 1. El ministerio de un sacerdote es para Dios. Eso significa, como lo que vemos al final del capítulo 4, un sacerdote busca misericordia y gracia de Dios para la gente que representa. Su ministerio es uno para Dios, por lo que tiene sentido porqué Dios sería el que estableciera un sacerdocio y definiría sus términos.
Entonces Hebreos aplica esto al sacerdocio de Cristo en el versículo 5. “Así también Cristo no se glorificó a si mismo para convertirse en sumo sacerdote.” Jesús no se proclamó sacerdote. Dios lo declaró ser su sacerdote. Podríamos pensar en muchos ejemplos de esto tal como se registra en la historia encontrada en los evangelios. Por ejemplo, podríamos pensar en las palabras de elogio que el Padre habló cuando Jesús fue bautizado por Juan en el Jordán. O, podríamos pensar en las palabras similares de elogio que el Padre habló en la transfiguración de Jesús. Podríamos recordar todos las señales y prodigios poderosos que Jesús realizó y como Jesús dijo que esos eran actos por los cuales Dios testificó de la identidad de Jesús, el llamado y la misión de Jesús. Incluso podríamos recordar como Dios rasgó la cortina del templo cuando Jesús se ofreció a sí mismo como un sacrificio en la cruz – seguramente eso también afirmó que Jesús era un sacerdote llamado por Dios. Estoy seguro de que el libro de Hebreos no ha olvidado un testimonio tan asombroso del llamado divino de Jesús. Sin embargo, el libro de los Hebreos aún vuelve a ofrecer su argumento no de las Escrituras del Nuevo Testamento, sino del Antiguo Testamento. En el versículo 5, cita del Salmo 2:7. En el versículo 6, cita del Salmo 110:4. Estos dos salmos fueron en esta época ampliamente entendidos en la iglesia como la Escritura sobre el Mesías. Entonces Hebreos nos ayuda a ver su significado con respecto al llamado de Jesús como sacerdote.
En cuanto al Salmo 2, varias alusiones y citas de la misma pueden ser encontradas en el Nuevo Testamento y aplicadas a Jesús. Aquí en Hebreos 1, el autor ya citó esta misma línea del Salmo 2 con Dios diciéndole al Mesías: “Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado”. Allí, en Hebreos 1, vimos que Hebreos estaba comentando sobre la manera en que el Mesías fue exaltado con el nombre que es sobre todo nombre después de su muerte, resurrección y ascensión. En otras palabras, cuando Dios habla en el Salmo 2 sobre el Mesías siendo su hijo, no se refiere al hecho de la filiación de Jesús como el Hijo eterno de Dios. Más bien, ese era un lenguaje de adopción de reino donde el Mesías estaba siendo coronado en el reino de Dios como el heredero adoptado declarado por Dios. Una vez más, este es el lenguaje con respecto al Mesías encarnado, que este humano estaba siendo exaltado como rey sobre el reino de Dios. Hasta el punto en el pasaje de hoy, ese no fue un honor que Jesús se concedió a sí mismo. Dios concedió ese honor a Jesús.
Y sin embargo, si estás prestando atención, podrías reconocer que el Salmo 2 no habla de un sacerdote. No hay nada sacerdotal en sí mismo en el Salmo 2. Es un salmo del reino. Es sobre el Mesías siendo un rey. Para que Dios le diga al Cristo que “hoy te he engendrado”, refleja la autoridad del reinado de Jesús que fue otorgado a través de su obediencia y victoria en la cruz. El versículo justo antes en el Salmo 2 es explícito en este sentido. Dios dice allí en el Salmo 2:6: “pero yo e puesto mi Rey sobre Sión, mi santo monte”. Entonces, si la cita del Salmo 2 es acerca de que Jesús fue instalado por Dios como un rey, ¿porqué Hebreos lo cita aquí? Bueno, es por la siguiente cita – la del Salmo 110.
Verás, el Salmo 110 comienza como otro salmo mesiánico de reino. Este es el que Jesús cita en el Nuevo Testamento para mostrar como el Cristo sería más grande que el rey David. Eso es porque el Salmo 110 comienza en el versículo 1 con David refiriéndose al Cristo como su propio Señor. El Salmo 110 continúa en el versículo 2 describiendo claramente el Cristo viniendo como un rey. Dios dice esto de Cristo en el Salmo 110:2, “El Señor envía de Sión tu poderoso cetro. ¡Gobierna en medio de tus enemigos! “Y así, el Salmo 110 comienza muy similarmente con el tema real mesiánico que se encontró en el Salmo 2. Pero luego hay un cambio de enfoque en el Salmo 110. Es aparentemente abrupto en el salmo. El versículo 4 del Salmo 110 entonces registra a Dios declarando a este mismo Mesías: “tú eres un sacerdote para siempre después de la orden de Melquisedec”. Aunque el Salmo 110 es citado varias veces en el Nuevo Testamento y aplicado a Jesús, es sólo en Hebreos donde encontramos el versículo 4 citado para concluir el punto de que este rey Mesiánico también será un sacerdote Mesiánico.
Probablemente, el trasfondo a esto en el Salmo 110 tiene que ver con David conquistando Jerusalén y estableciéndolo como su ciudad real. En ese momento, Jerusalén había sido controlada por los jebuseos, pero históricamente era donde había reinado la figura del Antiguo Testamento Melquisedec. No sabemos mucho acerca de este Melquisedec, pero en Génesis 14:18 vemos que durante el tiempo de Abraham, él era un rey de Jerusalén que era también un sacerdote del Dios Altísimo. Por lo tanto, el Salmo 110 seguramente conecta proféticamente los puntos aquí. El hecho de que David más tarde tomó el control de Jerusalén significaba no sólo que su casa asumió el reinado de Jerusalén que Melquisedec había poseído una vez, sino también el sacerdocio de Melquisedec. Por supuesto, esto no era algo que David debería haber presumido, y el Salmo 110 muestra que no lo presumía. Más bien, Dios es el que hizo este nombramiento al sacerdocio Melquisedec. El Salmo 110 registra a Dios declarando que uno de los descendientes de David sería rey y sacerdote, como Melquisedec. Hebreos aplica correctamente esto a Jesús.
Y así, aquí aprendemos como el nombramiento de Jesús al sacerdocio es diferente a la de Aarón. La similitud con el sacerdocio de Aarón es que ambos recibieron un nombramiento divino para el cargo. Pero con el nombramiento de Jesús vemos que su oficina sería de doble oficina de rey y de sacerdote. Curiosamente, se han encontrado documentos entre los pergaminos del Mar Muerto para mostrar que algunos judíos estaban esperando a dos Mesías, uno que sería un rey en la línea de David, y uno que sería un sacerdote en la línea de Aarón. Podría entender porqué podrían haberlo sostenido como una posible interpretación de las profecías en el Antiguo Testamento. Sin embargo, el Salmo 110 habría hablado increíblemente en contra de eso. Iba a haber un Mesías sacerdotal. Pero Él sería uno y el mismo que el rey Mesías. Esa es una clara diferencia con el sacerdocio de Aarón.
Bajo el antiguo pacto eso podría haber sido difícil de entender. El antiguo pacto decía que el sacerdocio tenía que ser de los Levitas, específicamente de los descendientes de Aarón. Podemos recordar como el rey Uzías se metió en problemas por presumir de asumir algunas de las responsabilidades de los Levitas. Dios incluso lo castigó con la lepra debido a eso. ¿Cómo podría un rey Davídico ser un sumo sacerdote entonces? La respuesta viene en el Salmo 110:4 que es porque el sacerdocio del Mesías sería de un orden diferente. No sería un sacerdote Levítico. El servicio sacerdotal de Jesús no fue hecho en el templo terrenal ni de acuerdo con las disposiciones del antiguo pacto para los sacerdotes. El sacerdocio de Jesús era de un orden diferente. Quizás cuando el Salmo 110 fue recibido por primera vez el pueblo pudo haber asumido que esta orden de Melquisedec era un sacerdocio menor que el de Aarón. Pero ahora vemos que en realidad es mayor. Porque es un sacerdocio sirviendo bajo un nuevo, mejor pacto, con un mejor sacrificio, ordenado con mejor sangre.
Entonces vemos una manera final en la cual el nombramiento de Cristo como sacerdote es mejor que el nombramiento de Aarón. El Salmo 110:4 dice que el nombramiento es para siempre. Los sacerdotes de Aarón sólo podían servir por un tiempo. Eventualmente morirían y no eran capaces de servir para siempre. De hecho, con respecto a los Levitas en general, en Números 8:24-25 dice que los levitas sólo podían servir activamente en el templo desde las edades de 25 a 50. Pero a Jesús se le ha dado su cargo de parte de Dios para que sirva como sacerdote para siempre. Como el Señor resucitado de la gloria, Él comenzó ese servicio sacerdotal en la cruz y lo ha continuado desde entonces.
Permítanme dar un punto final de aplicación antes de que volvamos a la segunda mitad del mensaje de hoy. Hemos visto aquí que nadie debería nunca presumir una posición de liderazgo de este tipo en la iglesia de Cristo. Pienso en como algunos han intentado eso, declarándose como algún apóstol, o como un ministro autoproclamado, y tomar autoridad en la iglesia que no es suya para tener. Eso es presuntuoso y malo. Y sin embargo, me gustaría recordarnos la declaración de Dios a nosotros en 1 Pedro 1:9. Allí, declara que los cristianos son un sacerdocio real. Un sacerdocio real. Lo que Jesús es – un sacerdote rey – en nuestra unión con Él, lo compartimos. Somos parte de un sacerdocio real. Ese no es un honor que tomamos sobre nosotros mismos. Es uno que Dios nos ha dado. ¡ Alabado sea el Señor!
Entonces, pasemos ahora a nuestra segunda mitad del mensaje de hoy. Miramos el aspecto del nombramiento divino de Jesús al sacerdocio. Ahora echemos un vistazo al otro aspecto de su sacerdocio mencionado aquí: que Jesús es un sacerdote compasivo y misericordioso. De nuevo, empezamos con ver la similitud de esto bajo el antiguo pacto. En aquel entonces, los sacerdotes aarónicos eran también misericordiosos y compasivos. Vemos esto en los versículos 1-3. Demonos cuenta de que se trata de lidiar con el pecado. El versículo 1 señala como el sacerdocio aarónico sirvió al pueblo trayendo ofrendas a Dios por el pecado. Ese tipo de ministerio es inherentemente un ministerio de misericordia – está buscando misericordia de Dios a la luz del hecho de que la gente representada por el sacerdote ha pecado contra Dios. El sacerdote busca misericordia de Dios para ellos. Pero como el versículo 2 continúa diciendo, esta compasión es más que eso. Dice que estos sacerdotes humanos por ellos mismos son pecadores contra Dios. Por lo tanto, dice en el versículo 3 que su ministerio sacerdotal no es sólo para el pueblo, sino también para ellos mismos. Ellos también deben ofrecer ofrendas por el pecado para si mismos. Levítico 16:6, por ejemplo, tiene eso como una disposición específica bajo el antiguo pacto – ¡que los sacerdotes deben ofrecer ofrendas específicamente por sus pecados! Y así, volviendo al versículo 2, eso significa que estos sacerdotes humanos pueden relacionarse con las personas que representan. Pueden y deben tener compasión de las personas que luchan con el pecado porque tienen conocimiento personal como es eso. Ellos también luchan con el pecado y necesitan misericordia y compasión. Así, estos sacerdotes humanos eran misericordiosos y compasivos que buscaban tal misericordia de Dios, pero también en su capacidad de tener compasión por las personas que servían. Su naturaleza común del pecado con la gente que representaban debería haber promovido esta simpatía.
Por otro lado, tenemos a Jesucristo. Él también es descrito como un sacerdote comprensivo, al final del capítulo 4. Ahí se leía como que no sólo era divino sino también humano, Él atravesó por todo tipo de sufrimientos, miserias y tentaciones que son comunes a la experiencia humana. Como dice en 4:15 que fue tentado en todas las cosas que somos tentados. Sin embargo, allí vemos una diferencia de nuevo entre Él y el sacerdocio aarónico. Jesús fue sin pecado; incluso con todas las tentaciones, Él no pecó. Entonces, los versículos 7-9 describen esto más. Leemos allí como Jesús, durante su tiempo en la tierra, ofreció oraciones y súplicas a aquel que podía salvarlo de la muerte. Vemos la pasión de estas oraciones cuando dice que fueron ofrecidas con suplicas y lágrimas vehementes. Note que al mismo tiempo dice que estas oraciones fueron ofrecidas con temor piadoso; en otras palabras, se hablaban en reverencia no quejándose. Cuando leemos esta descripción de la vida de oración de Jesús, pensamos especialmente en el sufrimiento que sufrió en la cruz. Podemos imaginar que la vida de oración de Jesús como esta era algo que lo caracterizó todo su tiempo en la tierra. Seguramente, por ejemplo, cuando fue tentado en el desierto, Él tuvo una vida de oración. Pero la descripción aquí de orar a quien pudiera librarlo de la muerte, nos recuerda especialmente a un escenario como el de Getsemaní. Fue cuando oró justo antes de su arresto y su muerte en la cruz. Fue entonces cuando oró para que si es la voluntad de Dios que sea liberado de la copa de su ira. Recordamos la agonía que cayó sobre Él, donde su sudor era como gotas de sangre. Por supuesto, no era la voluntad de Dios mantenerlo en esa agonía. Pero Dios escuchó y recibió su oración. En tal oración, Jesús encontró la fuerza que necesitaba para soportar la cruz. En última instancia, Dios libró a Jesús de la muerte, resucitándolo al tercer día. Y así, Jesús conocía todos nuestros tipos de tentaciones, pero se mantuvo obediente a Dios. Esto se ve en pleno con la cruz. Allí Jesús obedeció a Dios hasta el punto de la muerte. Por eso los teólogos se refieren a que Jesús va a la cruz como con obediencia pasiva.
Ese lenguaje de la obediencia se ve en el versículo 8. Allí habla en general de la obediencia que Jesús aprendió a través de su sufrimiento. Aprendido aquí es seguramente el significado en el sentido de aprender de primera mano por la experiencia lo que significa para uno sufrir y aún permanecer obediente y fiel a Dios. Jesús había aprendido de las Escrituras y por el Espíritu que el camino del Mesías era aquel que exigía sufrimiento, para culminar con el sufrimiento de la cruz. Esa obediencia entonces fue completa cuando Él fue voluntariamente a la cruz. Hasta el último minuto recibió la tentación de llamar por ayuda del cielo y ser salvado de la cruz. Pero Él obedeció y renunció a su vida como el sacrificio perfecto por el pecado. En ese punto de la cruz, Él estaba entrando completamente en ese papel como sacerdote en la que Él se ofreció en la cruz.
Entonces, cuando el versículo 9 habla de que Él siendo perfeccionado, a menudo se ha entendido en este sentido, de completar su obediencia a Dios para asegurar nuestra salvación en la cruz; que su pasividad, su sufrimiento, su obediencia era parte de su trabajo para expiar nuestros pecados, para que nos salvara. Esa verdad es suficiente, sin embargo, les recuerdo que en el capítulo 2, versículo 10, habíamos visto esta misma palabra de perfeccionado también en conjunción con su sufrimiento en la cruz. Había yo hecho el caso como estudiante que la palabra griega usada para “perfeccionado” probablemente estaba haciendo uso del idioma hebreo para referir a la ordenación y a la consagración de un sacerdote. Esa es probablemente la comprensión preferida aquí también en el versículo 9. La consagración u ordenación de Jesús al sacerdocio vino a través de su sufrimiento, culminando en su ofrenda de sí mismo en la cruz. Fue en esta ordenación al sacerdocio que Jesús “se convirtió en el autor de la salvación eterna para todos los que le obedecen”, versículo 9.
Eso es por supuesto donde vemos el punto de compasión con respecto a Jesús. El pasaje comenzó por notar su simpatía por nosotros, pero a diferencia de los sacerdotes aarónicos , Jesús se relaciona con todos nosotros con la excepción de experimentar el pecado, Jesús no pecó. Y sin embargo, eso no significa que no tenga compasión y misericordia por nosotros. Más bien, fue en esa obediencia que Él aseguró la mayor medida de misericordia para nosotros. Al ser el sacrificio perfecto y sin pecado, aseguró una expiación por el pecado que los sacerdotes aarónicos nunca pudieron hacer. Este hecho se declarará más plenamente en Hebreos mientras seguimos estudiando a través del libro.
Entonces, vean a este sacerdote compasivo, misericordioso y comprensivo que tenemos en Jesús. Él no es ni duro ni indiferente a nuestras luchas. Él no nos trata con desdén y exasperación como los que Él salvó. Más bien, Él continúa como nuestro sumo sacerdote para siempre, para ayudarnos en nuestro tiempo de necesidad.
En conclusión, regreso al hecho de que hemos sido nombrados en el nuevo pacto como un sacerdocio real. Que Cristo sea nuestro ejemplo de lo que esto es, en el sentido de vivir y aprender a obedecer a través del sufrimiento, durante nuestros días en este mundo. Y también en el sentido de señalar con simpatía a la gente a la misericordia y la salvación y la ayuda ofrecida en Jesús. Y así pues, que Cristo no sólo sea nuestro modelo para nuestro servicio en este sacerdocio real. Que Él también sea nuestra fuente de ayuda y fortaleza para vivir en la fe ahora en este mundo. En nuestra unión con nuestro Gran Sumo Sacerdote, llámalo en fe, día a día, hasta el día en que Dios nos llevará a ese glorioso mundo por venir. Amén.
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