Siervos Inútiles Somos.

Sermón predicado en Lucas 17:7-19 por el Reverendo W. Reid Hankins durante el servicio de adoración en la Iglesia Presbiteriana de la Trinidad en 28/08/22 en Novato, CA.

Sermón

Reverendo W. Reid Hankins, M.Div.
Traducido por el Diácono Diego Merino.

Tenemos dos escenas diferentes pero mensajes complementarios. La primera escena, versículos 7-10, habla de cómo los siervos no deben esperar recompensas. En contexto, recordamos como Jesús ha estado amonestando a los fariseos que amaban el dinero y pensaban que su adquisición de dinero era Dios recompensándolos por su supuesto servicio fiel. La segunda escena, versículos 11-19, habla de cómo los siervos deben agradecer a sus amos cuando sus amos les muestran misericordia y bondad. En contexto, recordamos como Jesús nos ha estado mostrando la cualidad de la misericordia como algo que deberíamos mostrar a los demás y así ver ese tema aquí mencionado de nuevo. Entonces, dos escenas, que en conjunto expresan una especie de verdad común sobre amos y sirvientes. Un amo no está obligado a agradecer a los siervos fieles, sino que es de los siervos agradecer a los amos misericordiosos. Estas son las verdades que encontramos enseñadas en nuestro pasaje de hoy. Profundicemos en ellos y pensemos más en cómo se aplican a nosotros y nuestra relación con Jesús y nuestra búsqueda de la piedad.

Comenzaremos en nuestra primera mitad y luego consideraremos la escena uno en los versículos 7-10. Observa que comienza con una parábola. La parábola es contada por Jesús en los versículos 7-9. El versículo 10 es entonces la aplicación de la parábola. La parábola trata sobre la relación entre un amo y sus siervos. En la parábola, Jesús comienza preguntando si un amo alguna vez invitaría a sus siervos que han estado trabajando duro en el campo a venir y sentarse y unirse a él en la mesa. Vemos que se trata de una pregunta retórica. La respuesta es no, como continúa expresando el versículo 8. Jesús continúa diciendo que, en cambio, el amo hará que el siervo primero se ocupe de hacer y servir la comida al amo. De hecho, la parábola dice que el amo incluso requerirá que el siervo primero se vistiera adecuadamente. En otras palabras, este sirviente pasa todo el día trabajando duro en el campo, bajo el sol caliente, ensuciándose, probablemente quitándose la ropa en el proceso. Pero cuando regresaban de los campos, el amo esperaba que se vistieran adecuadamente y asumieran el papel de sirviente y servirle la comida. Solo entonces, después de que el amo haya disfrutado de su comida, los sirvientes finalmente tendrían la oportunidad de descansar y comer su comida ellos mismos. Ese es un resumen aproximado y una explicación de esta parábola de Jesús.

Ahora, a primera vista, esta parábola podría ser más difícil de apreciar porque nuestra sociedad ya no tiene ninguna institución de esclavitud. Nuestra sociedad se ha librado de tal esclavitud debido a los muchos abusos que ocurrieron históricamente. Con demasiada frecuencia en la historia, los amos han tratado a sus esclavos con dureza y fueron inhumanos, lo que la Biblia condena por supuesto. Además, con demasiada frecuencia en la historia, las personas fueron hechas esclavas por la fuerza por robar, que nuevamente la Biblia también condena. Por lo tanto, es difícil para nosotros hoy en día ver más allá de tales abusos e imaginar cualquier escenario en el que las personas puedan haber entrado en una relación de amo-sirviente. Pero debemos tener cuidado de leer un pasaje en su contexto histórico adecuado. Este pasaje no elogia a los amos que tratan a sus siervos con dureza. Tampoco nos sirve de nada aquí perder el punto del pasaje porque hoy ya no se practica esta forma de servidumbre. Pero esta institución de la relación amo-siervo era común en ese entonces y así que busquemos lo que Jesús enseña aquí.

Por lo tanto, la parábola de Jesús hace al punto simple de decir que hay una estructura de autoridad involucrada en la relación amo-siervo que significaba que los siervos debían obediencia a su amo. Los amos estaban a cargo y se supone que los sirvientes deben prestar un servicio fiel a su amo. Cuando los siervos cumplieron con sus obligaciones con sus amos, habían cumplido con su deber. Entonces, la explicación final de esto viene en el versículo 9. Jesús pregunta acerca del amo: “¿Agradece el amo al siervo porque hizo lo que se le mandó?” Una vez más, esta es una pregunta retórica. La respuesta es no. En el sentido estricto de la justicia y la obligación, un amo no está estrictamente obligado a agradecer a su siervo o recompensarlo de alguna manera. El trabajo de un siervo es servir y, por lo tanto, no está haciendo nada extra cuando sirve.

Una vez más, dado que no tenemos este tipo de institución hoy en día, puede ser difícil entender esto. Pero permítanme describir este mismo punto utilizando el ejemplo más familiar de una relación empleador-empleado hoy en día. En esa relación, las dos partes negociarán algún paquete de compensación donde el empleador compensará al empleado por alguna forma de trabajo acordada. Cuando el empleado cumple con esos deberes para con el empleador, el salario acordado es dado. Ahora, en cortesía habitual y en amabilidad, tal vez el empleador le agradecerá al empleado cuando le dé su cheque de pago. O a la inversa, tal vez el empleado le agradecerá al empleador cuando reciba el cheque de pago. Tal agradecimiento podría ser el aprecio por un buen trabajador o, respectivamente, por un buen trabajo, cuando puede ser tan difícil hoy en día encontrar buenos trabajadores y buenos trabajos. Pero el trabajo real realizado y la compensación real dada no es estrictamente algo que deba agradecerse. Una vez más, estrictamente hablando, fue una transacción acordada. El empleado no está regalando su tiempo al empleador; si lo estaba, entonces el empleador debería agradecerle. Del mismo modo, cuando el empleador le paga al empleado, no le está regalando ese dinero al empleado, el empleado lo ganó. Entonces, puedes ver, podemos imaginar un punto similar que Jesús hace usando un ejemplo más familiar. Philip Ryken da un ejemplo similar. No es normal cuando sales a un restaurante, pides comida para tu familia al camarero y luego esperas que el camarero traiga la comida y se siente contigo y tu familia y la disfrute juntos. Simplemente no es así como funciona. En cambio, él te sirve porque está haciendo su trabajo y tú le estás pagando para que lo haga.

Entonces, el punto que Jesús hace aquí es que los amos no agradecen, estrictamente hablando a sus siervos cuando hacen el trabajo que se supone que deben hacer. Jesús luego se vuelve para aplicar eso a nosotros los humanos en el versículo 10. “Así que tú también, cuando has hecho todo lo que se te ordenó, dirá: ‘Siervos inútiles somos, solo hemos hecho lo que era nuestro deber'”. Date cuenta de lo que está haciendo allí. Jesús está diciendo que somos siervos. Dios en Cristo es nuestro Amo y Señor. Si cumplimos con nuestro deber, como describe la parábola de los siervos, no merecemos ser agradecidos. Recuerda, solo vivimos, porque Dios nos hizo. Sólo seguimos existiendo, porque Dios nos sostiene. Cada cosa buena que tenemos, es en última instancia la provisión de Dios en nuestras vidas. Todo se lo debemos a Dios. Si tuviéramos que cumplir con todo nuestro deber para con Dios, no deberíamos esperar, y mucho menos exigir que Dios nos diera gracias por ello. Simplemente estaríamos haciendo nuestro servicio razonable.

Por supuesto, hay ese gran “si”. Sí en realidad, tuviéramos que hacer todo lo que se suponía que debíamos hacer en servicio a Dios. Pero ni siquiera hacemos eso. Todos hemos pecado y todavía pecamos y, por lo tanto, estamos destituidos de la gloria de Dios. Todos somos siervos indignos y no aptos en nuestras diferentes actividades, no hacemos todos nuestros deberes apropiados hacia Dios, y en todas las formas en que hacemos las cosas que deberíamos estar haciendo como sus siervos. En esta primera escena del pasaje de hoy, estamos llamados a la humildad. Debemos reconocer cuánto debemos realmente a Dios. Lo nuestro es humillarnos ante nuestro gran Amo y Dios y debemos buscar obedecerlo en todas las cosas.

Pasemos ahora a la segunda mitad de nuestro sermón de hoy para considerar esta otra escena en los versículos 11-19. Aquí se nos recuerda que Jesús está en ese período del evangelio de Lucas donde está en camino de Galilea a Jerusalén. El versículo 11 llama nuestra atención a un tiempo en el que tenemos a lo largo de la frontera entre Galilea y Samaria. Naturalmente, habría una mayor posibilidad de encontrar tanto samaritanos como judíos aquí. Allí se encuentra con diez personas con la enfermedad contagiosa de la piel de la lepra, de las cuales uno de los cuales nos enteramos mas tarde era un samaritano, y presumiblemente, muchos, y el resto, eran entonces judíos. Vienen en grupo y a distancia. Eso nos recuerda que, como leprosos, tenían que vivir una vida separada del resto de la sociedad. Vivían “distanciados socialmente” debido a su enfermedad. Aquí, parecen estar viviendo como en un grupo, ya que todos tenían la misma enfermedad, que curiosamente parece ser una conexión de samaritanos y judíos que seguramente no habrían estado juntos si todos no hubieran sido leprosos. Dada su triste situación, todos juntos claman a Jesús por ayuda. Ellos dicen: “Jesús, Amo, ten misericordia de nosotros”.

Y Jesús les muestra misericordia. Aquí de nuevo vemos más preocupación de Jesús por los enfermos. Recordamos que el contexto en Lucas ha estado mostrando el corazón de Jesús como el Gran Médico para sanar a los enfermos espirituales como los recaudadores de impuestos y los pecadores. Pero también viene misericordiosamente a ayudar a estas personas que están físicamente enfermas. Y por supuesto, su lepra también los habría aislado de la vida religiosa del pueblo de Dios, ya que no habrían podido unirse al pueblo de Dios para la adoración, etc. Vemos algo de eso implícito cuando les dice que vayan a mostrarse a los sacerdotes porque ese era el requisito de las Escrituras (Lev. 13:49) para ser restaurados de nuevo en la sociedad y ser considerados ceremonialmente limpios para que pudieran reanudar la práctica en la vida religiosa del pueblo de Dios.

Date cuenta de que cuando les dice que vayan a mostrarse a los sacerdotes, fue una prueba de fe. Todavía no estaban sanados cuando les dijo que hicieran eso. Es algo así como en el Antiguo Testamento el profeta Eliseo le dijo a Naamán que fuera a lavarse siete veces en el río Jordán para ser sanado de su lepra. Sería bastante simple de hacerlo, pero requeriría ejercer la fe. Bueno, cada uno de los diez ejerció fe en esa instrucción de Jesús y cada uno de ellos es sanado cuando están en camino para ir a ver al sacerdote. Ahora, para el samaritano en cuestión, se nos dice que cuando ve que fue sanado, se emocionó mucho. Está lleno de alegría y se da la vuelta. Regresa a Jesús, alabando a Dios, y especialmente para dar gracias a Jesús.

Note la reacción inicial de Jesús en el versículo 17. “¿Dónde están el resto de los diez que fueron sanados?” Por cierto, vea el conocimiento sobrenatural de Jesús que usa allí. Jesús conocía la misericordia que había mostrado por sí mismo sanándolos a todos mientras se dirigían a los sacerdotes. Pero Jesús nota como nueve de los diez no regresaron y le dieran gracias. Jesús dice que esto fue un error de parte de ellos al no ser agradecidos.

Jesús luego señala excepcionalmente como el que regresó era un extranjero, era un samaritano. Recuerde que los samaritanos afirmaban seguir al mismo Dios que los judíos, pero practicaban una forma impura de la religión judía y había mucha animosidad entre ellos, dado que los judíos los habían condenado a separase entre ellos en el momento de adorar. Irónicamente, el judío promedio habría pensado que un samaritano era menos piadoso, sin embargo, este samaritano superó a los demás en términos de la piedad básica de la gratitud a Dios. Un pensamiento interesante aquí es que ¿qué tipo de sacerdote era este samaritano que iba a ver? Creo que lo más probable es que estuviera de camino a uno de los sacerdotes samaritanos, porque los sacerdotes judíos seguramente no lo habrían recibido como samaritano. Pero aquí viene el samaritano sanado y agradecido y se postra a los pies de Jesús en agradecimiento. Y Jesús lo recibe y lo anima. Note que Jesús entonces le dice al hombre que puede seguir su camino porque su fe lo ha sanado. En otras palabras, después de que Jesús elogia su fe, no dice: “Ahora corre hacia el sacerdote como te dije”. No, Él dice “sigue tu camino”. En griego, es solo “anda”. Tal vez Jesús quiso decir, anda ahora al sacerdote, pero eso está lejos de estar claro. Parece que, en cambio, está diciendo que Jesús mismo está declarando que el hombre está sanado y que es libre de ir ahora a donde quiera. Pero, por supuesto, eso tendría más sentido de todos modos. ¿Entonces cuál sería de más valor para el hombre sanado ir y mostrarse a algún sacerdote samaritano? ¡O por lo que ahora ha hecho, se muestra sano al Sumo Sacerdote del Cielo, Jesús mismo! Por supuesto, esto en el evangelio de Lucas es otro presagio de cómo el evangelio de Jesucristo finalmente saldría a las naciones, mostrando la misericordia y la gracia de Dios a los pueblos de todas las lenguas, tribus y naciones, ¡a todos los que tendrían esperanza en Jesús!

Ahora, lo que creo que es especialmente útil hacer entonces cuando vemos esta segunda escena, es verla a la luz de la primera escena. La primera escena trata sobre la interacción entre amos y sirvientes. Dada la ubicación ordenada de la segunda escena justo después de ésta, creo que invita a cierta comparación. Observa cómo en esta segunda escena con los leprosos y Jesús que los leprosos llaman a Jesús, “Amo”, versículo 13. Entonces, si los leprosos llaman a Jesús, “Amo”, entonces eso hace que los leprosos sean los sirvientes. Entonces, la escena 1 habló hipotéticamente sobre cómo interactúan los amos y los sirvientes. Pero la siguiente escena muestra a Jesús mismo como un amo de cómo trata a algunos siervos. Luego note cómo estos leprosos le piden misericordia a Jesús. Como sirvientes, estos leprosos están reconociendo que el amo no les debe nada. Eso es poner en práctica lo que la primera escena enseñó. Los siervos deben servicio al amo. El amo no les debe nada a los sirvientes, estrictamente hablando. Por lo tanto, los leprosos tienen razón al solicitar a Jesús como amo no en términos de derecho sino en términos de misericordia. Como siervos, apelar a la misericordia es reconocer que son siervos indignos que, en el mejor de los casos, pueden cumplir con su deber. Por lo tanto, apelan a la misericordia del amo. Jesús, maravillosamente, les concede tal misericordia. Estrictamente hablando, Jesús no les debe sanidad, pero el Jesús misericordioso los sana, porque Jesús es un amo misericordioso.

Pero, ¿ves entonces por qué cuando la mayoría de ellos no regresan y agradecen a Jesús, de repente te hace preguntarte si realmente lo apreciaron como un acto de misericordia de Jesús? Cuando se debe algo, un agradecimiento no es estrictamente necesario. Es por eso que en la escena uno, dijimos que los maestros no deben un agradecimiento a sus sirvientes. Pero en la escena dos aquí, cuando los leprosos no agradecen a Jesús por su misericordia, es como si pensaran que esto se les debía a ellos. Pero cuando un amo te muestra misericordia, ya que no es un derecho, es necesario agradecer al amo. Entonces, mientras que la primera escena nos enseñó que los amos no necesitan agradecer a los siervos trabajadores, esta segunda escena nos enseña que los siervos sí necesitan agradecer a los amos misericordiosos.

Entonces, en resumen, lo que quiero que realmente apreciemos en este pasaje es el tipo de amo que tenemos en Jesucristo. Hoy hemos hablado mucho sobre obligaciones estrictas. Los amos no deben estrictamente a sus siervos gracias o recompensas. Los siervos deben gracias a sus amos cuando sus amos les dan algo que no lo merecen. Pero, ¿ves cuán rico en misericordia es nuestro amo Jesús? Estrictamente hablando, Dios no nos debe nada a los pecadores caídos. Con demasiada frecuencia, los humanos pueden actuar como si Dios existiera para perdonarlos y que Dios les debe algo. Pero esa es una actitud totalmente equivocada. Dios no nos debe nada. Después de la caída en el pecado, Dios sería perfectamente justo para arrojar a todos los humanos al infierno y no salvar a ninguno de nosotros. Cada una de nuestras vidas es una prueba de eso, de que si Dios nos debe algo, estrictamente hablando, es su juicio. Y sin embargo, cuán grande es la misericordia de Dios. Como nuestro Amo y Señor, es misericordioso. Él está abundando en gracia y bondad amorosa. Él nos lo ha demostrado al enviarnos a Jesús como nuestro amo para extender la gran misericordia de Dios hacia nosotros.

Vemos eso en el evangelio de Lucas. Es de lo que realmente se ha tratado el contexto de estos últimos capítulos. Que Dios en Jesús está buscando y salvando lo que se perdió. Que está persuadiendo a los recaudadores de impuestos y pecadores para mostrarles misericordia. Lo vemos aquí mismo con el leproso samaritano. Cuando el leproso regresa para agradecer a Jesús, asume correctamente la posición de siervo a su amo inclinándose a los pies de Jesús. Como amo, a Jesús se le debe con razón ese honor y no necesitaba hacer nada más. Pero, ¿qué hace Jesús entonces como amo? Él elogia al siervo por su fe, versículo 19. Y le dice al sirviente que se inclina a que “se levante”. ¿Ves cómo el maestro misericordioso Jesús levanta a este siervo? De la misma manera, nos señaló un poco mas atrás en Lucas. Regrese de nuevo a Lucas 12:37. Recuerda la parábola del amo misericordioso que Jesús enseñó allí. Lucas 12:37, “Bienaventurados los siervos que el amo encuentra despiertos cuando viene. En verdad, les digo, Él se vestirá para el servicio y los hará sentarse en la mesa, y vendrá y los servirá”. Esa fue una parábola sorprendente en ese entonces, pero es una parábola aún más sorprendente a la luz de la parábola que hemos estudiado hoy. La parábola de hoy enseña que en estricta justicia el amo típico no agradece a sus sirvientes y ciertamente no los invita a unirse a ellos en la mesa, y mucho menos a servirles. Pero Jesús habló en el capítulo 12 de un amo misericordioso que sirviera en las mesas y recompensaría a los siervos fieles cuándo regresara y los encontrara esperando fielmente.

Jesús no es el amo ordinario. Él es el amo abundantemente misericordioso. Tanto es así, que ya nos ha servido en la cruz muriendo por nuestros pecados, que todo aquel que creyera en Él recibiría misericordia y vida eterna. En esa vida eterna, nos juntaremos con Él y cenaremos con Él. Tenemos un anticipo de eso cada vez que tenemos la Cena del Señor. Nosotros, esclavos y siervos de Cristo, cenamos con Él en una mesa que Él ha preparado para nosotros, cada vez que tomamos la comunión.

Entonces, como cristianos salvos por la gracia, nos corresponde a nosotros tratar de cumplir con nuestro deber para con Dios y decir que somos siervos inútiles, que de hecho necesitan mucha misericordia y gracia de Dios. Sin embargo, alabado sea Dios que Jesús como nuestro amo nos muestre tanta misericordia y gracia, incluso para recomendarnos en las diferentes buenas obras que hacemos por su gracia. Entonces, nos corresponde a nosotros dar gracias a Dios, no al revés. Sin embargo, es un placer grande para Jesús elogiarnos y recompensarnos, aunque no nos deba estrictamente nada. Así pues, aunque somos siervos inútiles, seamos siervos inútiles agradecidos. ¡Qué amo tan misericordioso tenemos!

Amén.

Derechos de autor © 2022 Rev. W. Reid Hankins, M.Div.
Todos los derechos reservados.

Share

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.