La Misericordia Triunfa Sobre el Juicio

Sermón predicado en Santiago 2:8-13 por el Reverendo W. Reid Hankins durante el servicio de adoración por la mañana en la Iglesia Presbiteriana de la Trinidad en 07/03/2021 en Novato, CA.

Sermón

Traducido por el Diácono Diego Merino.

Nuestro texto de hoy desarrolla aún más el pasaje de la semana pasada que habló en contra de la parcialidad pecaminosa. También sirve como una transición al siguiente pasaje que nos llamará a mostrar misericordia a los pobres. De hecho, tal llamado a la misericordia se plantea en este pasaje, como vemos tan maravillosamente resumido al final con la gloriosa afirmación: “¡La misericordia triunfa sobre el juicio!”

Entonces, nuestro primer punto para hoy será hablar de esta “ley real” mencionada en el versículo 8. Él describe esta ley real en este contexto de condenar la parcialidad pecaminosa. Él resume lo que es esta ley real con el llamado a “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Debemos recordar de inmediato que Jesús enseñó en los evangelios que este era el segundo mayor mandamiento, y el primero era amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma y fuerzas. Jesús dijo que de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas (Mateo 22:40). Y de manera similar, en otra ocasión habló de la regla de oro como un resumen en sí de toda la ley y los profetas, siendo la regla de oro: “Haz a los demás como te gustaría que te hicieran a ti” (Mateo 7:12). Entonces, podemos ver por qué Santiago podría resaltar la enseñanza de Jesús sobre el amor al prójimo al resumir la ley.

Pero, ¿qué debemos entender del adjetivo “real”? ¿Por qué Santiago llama a esto la ley real? Este es el único lugar en las Escrituras donde la ley de Dios se llama ley real. Algunos intérpretes toman la palabra real aquí en el sentido de “supremo” o “principal”. En otras palabras, piensan que Santiago simplemente está reconociendo que el llamado general al amor al prójimo es el estado de uno de los más grandes mandamientos. Si bien eso es cierto en sí mismo, no me gustaría perderme el matiz inmediato de esta palabra “real”. En el griego, esta palabra real es la misma raíz griega que las palabras para rey y reino. Como en español, esta palabra “real” te hace pensar en rey y reino. Entonces, no me gustaría perderme esas imágenes aquí. De hecho, el contexto nos animaría a reconocer eso. Vuelve atrás 3 versículos. Allí hablaba de la esperanza del cristiano de que somos herederos del reino. Jesús mismo habló repetidamente en su mensaje del evangelio sobre cómo ser parte de su reino. Entonces, Santiago puede resumir la enseñanza de Jesús sobre la justicia en términos de una ley real. Esta es la ética del reino. Es la ley del reino que vendrá en el Rey Jesús.

Para aclarar, no estoy diciendo que esta ley del reino sea sustancialmente diferente a la ley moral dada en el Antiguo Testamento. No lo es. Pero, al ponerlo en esos términos, realmente hace hincapié en su relevancia para el cristiano cuya esperanza está en la venida del reino. La ética del reino venidero nos llama a la justicia de Dios, que se puede resumir incluso en nuestra obligación horizontal de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. De hecho, Jesús habló mucho sobre este llamado a amar al prójimo, e incluso desafió al pueblo de Dios a quien todos debemos considerar como nuestro prójimo. Como herederos del reino de Cristo, esta ley es nuestra ley. La ley real es la ley del reino. Es la ley del rey. Y por lo tanto, debe ser especialmente la ley que adoptemos como ciudadanos de ese reino en el Rey Jesús. Permítanme decirlo también en estos términos. Santiago nos ha estado haciendo pensar en las ramificaciones de nuestra fe. Bueno, nuestra fe cristiana tiene una ley que guía nuestra vida. Nuestra fe cristiana abraza esta ley de Cristo que nos fue dada para nuestra obediencia.

Entonces, Santiago dice que esta ley real de amar a nuestro prójimo es la razón por la que no debemos mostrar parcialidad pecaminosa. Dice eso explícitamente en el versículo 9. Mostrar parcialidad como la que describió en el pasaje de la semana pasada es pecado. Es una transgresión de la ley moral de Dios. Si pecamos así, somos transgresores de la ley.

Esta es probablemente la razón por la que Santiago hace referencia al mandamiento de no matar en el versículo 11. Si bien compara el no romper el séptimo mandamiento con respecto al adulterio, lo contrasta con el quebrantamiento del sexto mandamiento con respecto al asesinato. No establece explícitamente una conexión entre el asesinato y la parcialidad pecaminosa, pero ciertamente podemos reconocer una conexión. Solo recuerda cómo Jesús amplió nuestra comprensión del sexto mandamiento en el Sermón del Monte. Allí, Jesús dijo que tu podrías quebrantar el mandamiento no solo por el acto real de asesinato, sino por la ira pecaminosa contra tu prójimo, o por insultar pecaminosamente a tu prójimo con tu manera de hablar. Entonces, podemos ver como el tipo de parcialidad pecaminosa que se describe la semana pasada también caería bajo el quinto mandamiento. Insultar y deshonrar a un pobre favoreciendo al rico sobre él no es amar al prójimo ni preocuparse por su bienestar.

Entonces, vayamos ahora a nuestro segundo punto y consideremos cómo Santiago dice que si guardas toda la ley pero fallas en un punto, eres culpable de toda la ley. Eso es lo que nos dice el versículo 10. El versículo 11 luego pasa a dar un ejemplo. Si no cometes adulterio pero cometes asesinato, eres un infractor de la ley. Cualquier infracción de cualquier ley te convierte en un infractor de la ley, incluso si mantienes el resto. Eso incluye el favoritismo de la parcialidad pecaminosa. Incluye otros pecados que podrías haber querido racionalizar como “no tan malos” o un pecado “menor”. Pero Santiago dice que cualquier pecado significa que eres un infractor de la ley y que merece el juicio de Dios. Pudimos ver que detrás de esto está el legislador. Rechazar cualquiera de las leyes de Dios es rechazar a Dios como legislador y rebelarse contra Él. Esto es lo que sucedió incluso al principio con nuestros primeros padres. El incumplimiento de la ley convirtió a toda su posteridad en infractores de la ley. Santiago nos recuerda entonces que el hecho de no guardar la ley de Dios hace que tu no cumplas con toda la ley.

Esto tampoco debería sorprendernos mucho. Piensa en cómo funciona esto en nuestra sociedad civil. Puedes ser un ciudadano sobresaliente y respetuoso de la ley la mayor parte del tiempo. Pero si cometes solo un delito grave, irás a la cárcel. Si intentas alegarle al juez que por lo demás eres un cumplidor de la ley, probablemente no te mantendrá fuera de prisión. Aún serías culpable de un crimen. Ninguna cantidad de cumplimiento de la ley borra tu culpa cuando infringes una ley específica. Y eso es exactamente de lo que estamos hablando aquí. Santiago está hablando de la culpa judicial en la que incurrimos cuando violamos una de las leyes de Dios. El versículo 8 dice que si realmente cumpliéramos, es decir, guardamos, toda la ley de Dios, haríamos bien. Pero los versículos 9 y 10 hablan de nuestro peligro judicial de otra manera. El versículo 9 habla de nosotros siendo condenados por la ley cuando la transgredimos. El versículo 10 habla de nuestra culpa incluso por fallar en un solo punto.

Sin embargo, de alguna manera, la gente a menudo entiende este punto cuando se trata del gobierno civil, pero quieren pensar que es completamente diferente cuando se trata de la ley de Dios. La gente comprende naturalmente que en la sociedad civil un acto de infracción de la ley te traerá problemas. Pero cuando se trata de nuestra posición ante Dios, con demasiada frecuencia la gente quiere pensar que Dios nos juzga en alguna balanza o equilibrio. Se imaginan falsamente que Dios sopesa tus buenas acciones con respecto a tus malas acciones y siempre que tu bien supere a tu mal, entonces Dios te aceptará como una “buena” persona. Pero eso es lo que desearíamos. No está de acuerdo con la verdad de la revelación de Dios a nosotros. Santiago nos enseña eso explícitamente aquí.

Una vez más, esto no debería sorprendernos de que una falla pueda arruinar todo. Si un órgano de nuestro cuerpo falla, puede hacer que todo nuestro cuerpo muera. Si alguien te da instrucciones de manejo y solo un paso fue erróneo, entonces las instrucciones no tienen valor. Puede que encontremos estas verdades inconvenientes, pero es lo que es. Y la realidad es que Dios exige un pueblo perfecto, santo, recto y completamente bueno. No juzga en una balanza o equilibrio. No juzga en una curva. Y en el gran esquema de las cosas, ¿no es eso lo que querríamos? Si alguien nos hiciera algo atroz, en contra del amor, ¿querríamos que Dios nos dijera que no nos preocupemos porque esa persona suele ser una buena persona? No, la justicia exige más. Y no habrá un reino eterno de gloria en la línea de lo que Dios prometió mientras sus ciudadanos sean personas que fallan en algunos puntos de la ley real.

Desafortunadamente, esto significa que en nuestro propio historial no lo hemos hecho bien en términos de la ley real. No lo hemos guardado todo a la perfección. Como Pablo nos enseña en Romanos 3:23, todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios. Bajo la ley de Dios, toda boca está cerrada y el mundo entero es responsable ante Dios, Romanos 3:19. Esto es cierto para aquellos que han recibido la revelación de la ley de Dios a través de las Escrituras. Pero también es cierto para todos los demás, porque todos han tenido la ley de Dios escrita en sus corazones y tienen un sentido innato de lo que está bien y lo que está mal, sin importar cuánto intenten reprimir la ley de Dios. Cada uno de nosotros, incluso el mas piadoso entre nosotros, somos pecadores y culpables por nuestro propio historial de ser infractores de la ley, salvo Jesús.

Esa es la mala noticia. Pero esto nos lleva a nuestro tercer punto para recordarnos las buenas nuevas de la misericordia de Dios en Cristo Jesús que nos libera de la ley del pecado y la muerte. Consideremos esto al ver el versículo 12, que habla de nosotros, los cristianos, bajo la ley de la libertad. Libertad aquí es una palabra que se refiere a nuestra libertad. Es una palabra que es lo opuesto a la esclavitud y la servidumbre. Santiago no define específicamente para nosotros esta ley de libertad, aunque también la mencionó en el último capítulo en 1:25 en el contexto de ser alguien que cumple la Palabra. Y así, aunque Santiago no lo definió definitivamente para nosotros, seguro parece ser una visión más amplia de la ley que simplemente los mandatos morales de los que rompemos y nos encontramos culpables. Parece incluir esa buena palabra del evangelio que proclama la misericordia y la gracia de Dios para nosotros en Cristo Jesús mientras nos arrepentimos de nuestros pecados y nos volvemos en fe a Jesús para que nos perdone. En otras palabras, la ley de la libertad parece recordarnos el evangelio que nos libera de nuestra culpa de la ley mediante la obra expiatoria de Jesucristo en la cruz.

Ese entendimiento parece confirmado cuando el pasaje llega a su punto culminante en el versículo 13 con esta alegre afirmación de que la misericordia triunfa sobre el juicio. El juicio dice que somos infractores de la ley y culpables de infringir toda la ley, incluso si fallamos en un solo punto. Pero la misericordia de Dios en Cristo Jesús dice que Él pasará por alto nuestros pecado por causa de la sangre de Cristo derramada por ti.

Ahora, mientras menciona ese punto aquí, observa la razón principal por la que lo menciona aquí. Es en el versículo 12 que Santiago quiere que veamos cómo esto debería relacionarse con la forma en que nos consideramos. Santiago dice que la forma en que hablamos y actuamos con los demás debe tener en cuenta que somos personas que hemos conocido la gracia liberadora y la misericordia de Dios. Esto parece hacer referencia a lo que Jesús enseñó en Mateo 7: 1-2. Eso es lo que Jesús dijo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio que pronuncies serás juzgado, y con la medida que midas, te será medido “. La implicación es que no debemos esperar que Dios sea misericordioso con nosotros si no somos misericordiosos con los demás.

Esto está en la línea de la parábola del siervo despiadado en Mateo 18. Esa fue la parábola en la que Jesús describe a un siervo que tenía una gran deuda con su amo y su amo lo perdonó misericordiosamente. Pero entonces ese sirviente perdonado no sería misericordioso con alguien que le debía una cantidad mucho menor. Cuando el amo se entera de que su sirviente ha sido despiadado aún cuando él había mostrado misericordia, se puso furioso y mandó a meter a ese sirviente despiadado en la cárcel hasta que pague su deuda. Entonces, esto ilustra lo que la bienaventuranza en Mateo 5: 7 pone en términos positivos. Fue entonces cuando Jesús declaró: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia”. Del mismo modo, Jesús ordenó en Lucas 6:36: “Se misericordioso como tu padre es misericordioso”.

Entonces, Santiago nos recuerda que si hemos conocido la misericordia de Dios en Cristo Jesús, debemos ser misericordiosos con los demás. Ciertamente no deberíamos juzgar pecaminosamente y esencialmente condenar a alguien simplemente en el caso de que sea una persona pobre. Estoy extrayendo ahora la enseñanza de la semana pasada aquí. Si esa parcialidad pecaminosa muestra más honor a una persona rica que a una persona pobre es una forma de juzgar pecaminosamente a esa persona pobre. Vemos que estas ideas se unen en el profeta de Zacarías, quien dijo esto en Zacarías 7: 9-10. “Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Juzguen con justicia, sean benignos y misericordiosos unos con otros, no opriman a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre, y ninguno de ustedes trame mal contra otro en tu corazón”.

Sería útil señalar aquí que la definición de misericordia puede incluir al menos dos aspectos importantes. Uno, podemos pensar en la misericordia en el sentido judicial en el que a alguien se le concede el perdón y el alivio del juicio que de otro modo habría recibido. Entonces, si alguien es perdonado de un crimen, podríamos hablar así como un acto de misericordia. Una segunda forma en que podemos pensar en la misericordia es en el sentido de compasión que alguien tiene hacia otro que tiene una gran necesidad. Entonces, por ejemplo, cuando hablamos de ayudar a una persona pobre con fondos diaconales, lo llamamos ministerio de misericordia. La misericordia puede incluir la forma en que ayudas a alguien que lo necesita, no porque te hayan pagado para ayudarlos o porque merecieran tu ayuda, sino porque te compadeciste de ellos y acudiste en su ayuda. Esto también es una forma de misericordia. Vemos estas dos matices de misericordia uniéndose en el contexto de este pasaje. Como sabemos que la misericordia de Dios nos perdona nuestros pecados, tratemos a los demás también con misericordia. Esa misericordia puede implicar perdonar a otros que han pecado contra nosotros, disipando así los conflictos y las disputas. Esa misericordia también puede implicar mostrar bondad y ayudar a personas como los pobres, las viudas y los huérfanos en nuestra vida, y ciertamente no deshonrar a esas personas.

En conclusión, Santiago nuevamente nos dirige a algunas de las implicaciones de nuestra fe cristiana. Si realmente hemos confiado en la misericordia de Dios en Cristo, ¿cómo podríamos tratar de aferrarnos a un juicio severo hacia los demás? Sería fácil tomar esto como una ley que luchamos por cumplir. Pero realmente es algo que nos habla al corazón. Dios quiere cultivar su misericordia y compasión dentro de nosotros. Es como cuando Juan dice que amamos a los demás porque Dios nos amó primero. Al final, vamos a poder mostrar este tipo de misericordia porque hemos comenzado a saborearlo nosotros mismos de Dios. Vamos a proponernos hoy para mostrarlo a los demás y saber que, al hacerlo, es parte de cómo Dios nos está haciendo más como Él. Esto es parte de nuestra fe cristiana, su carácter paternal que se desarrolla dentro de nosotros. Ésa también es su misericordia, que tome a miserables como nosotros, nos adopte como sus hijos y comience a reformar su imagen santa y misericordiosa dentro de nosotros. Se complació en hacer esto en Cristo porque de hecho es el pronunciamiento de Dios, ¡la misericordia triunfa sobre el juicio!

Amén.

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1 comentario en «La Misericordia Triunfa Sobre el Juicio»

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