¡Bienaventurado Todo el que Coma Pan en el Reino de Dios!

Sermón predicado en Lucas 14:1-24 por el Reverendo W. Reid Hankins durante el servicio de adoración en la Iglesia Presbiteriana de la Trinidad en 12/06/22 en Novato, CA.

Sermón

Reverendo W. Reid Hankins, M.Div.
Traducido por el Diácono Diego Merino

¡Las fiestas son maravillosas!  Si bien ciertamente hay fiestas paganas que están llenas de depravación, sin embargo la Biblia no está inherentemente en contra de festejar y celebrar.  De hecho, hay muchos ejemplos positivos de esto en la Biblia.  Y Jesús en el pasaje de hoy está en una especie de fiesta, bueno, al menos en una invitación a cenar, una pequeña fiesta, por así decirlo.  Allí pasa gran parte de su tiempo enseñando sobre fiestas y banquetes.  La enseñanza de Jesús sobre tales fiestas tiene aplicaciones para aquí y ahora, pero también para más allá de esta vida.  A medida que Jesús toca ciertos asuntos prácticos acerca de asistir a las fiestas y organizarlas, en última instancia nos hace pensar más allá de las fiestas en esta vida, a las fiestas que haremos en gloria.  El versículo 15 se vuelve temático para hoy.  Ahí es donde alguien exclama con razón: “¡Bienaventurado todo el que coma pan en el reino de Dios!”  Quiero decir un gran amén a eso.  Y aunque Jesús mismo no dijo amén, se refirió al dar una parábola de un gran banquete que claramente mira al tipo de fiesta que haremos en el reino de Dios cuando venga en gloria.  Así que entonces, hoy hablaremos mucho sobre la fiesta, aquí y ahora, y hasta la eternidad

Comencemos en nuestro primer punto para considerar los versículos 7-11 y ver la lección que Jesús da a aquellos que están invitados a asistir a esta fiesta en la que se encuentra.  En otras palabras, está hablando a los invitados de una fiesta.  Está en una fiesta y habla con los asistentes.  Esto ciertamente tiene aplicación más inmediata a las personas que literalmente asisten a una fiesta aquí y ahora en esta vida.  El versículo 7 explica que Jesús dio una parábola para enseñar a las personas que son invitadas a una fiesta.  A veces las parábolas de Jesús son mucho más directas y van directamente al grano.  Este es seguramente uno de ellas.  Lo que quiero decir es que a menudo sus parábolas son una historia inventada sobre algún tema completamente no relacionado, pero Jesús tiene una manera de sacar a relucir una aplicación figurativa a modo de analogía.  ¡Pero aquí, Jesús está enseñando una lección a los invitados a la fiesta sobre cómo elegir asientos y les da una parábola sobre los invitados a la fiesta que eligen asientos!  ¡Esta es una parábola bastante clara y directa a medida que avanza la aplicación!

Entonces, Jesús cuenta esta parábola en el versículo 8.  Imagina que vas a una fiesta de bodas.  Cuando vayas allí, no vayas y sentarte en el lugar de honor.  Jesús dice que es mejor elegir uno de los asientos menos honorables y luego hacer que el anfitrión te honre diciéndote que te muevas a un asiento de honor.  De lo contrario, podrías ser humillado públicamente si eliges un asiento honorable y el anfitrión te acerca y te pide que desocupes ese asiento para un invitado más honorable.  Esta parábola se basa en el hecho de que en ese entonces, había ciertos lugares que se consideraban más honorables que otros en una fiesta.  Y las recepciones de bodas hoy en día todavía tienen generalmente lo mismo.  Hoy en día generalmente hay una mesa al frente y al centro para la fiesta de bodas, y la pareja está sentada en el centro.  Luego, la familia tendrá las mesas más cercanas a los que se casan, y luego los invitados menos distinguidos estarán mas separados.  Hoy en día, no es raro tener asientos pre asignados que resolverían este dilema.  Pero si no lo hacen, no debes presumir usar los mejores asientos.  Debes dejar que alguien más te exalte, y no exaltarte a ti mismo.

Parte de esto es solo sabiduría práctica.  Literalmente se encuentra en el libro de Proverbios, y claramente Jesús sacó su parábola de allí.  Proverbios 25:6, “No hagas ostentación ante el rey, y no te pongas en el lugar de los grandes; porque es mejor que te digan: Sube acá, a que te humillen delante del príncipe a quien tus ojos han visto”.  Sí, la parábola de Jesús es un escenario ligeramente diferente, pero claramente el mismo tema y el mismo punto.  Esto puede caer bajo la sabiduría práctica porque nadie quiere ser humillado y avergonzado frente a los demás.  Es más sabio ponerse en un lugar donde pueda ser honrado públicamente en lugar de ponerse en un lugar con la posibilidad de ser avergonzado públicamente.  Hay sabiduría práctica aquí de que si practicas esto, generalmente te irá mejor.

Pero también hay algo aquí más en el núcleo que solo el sabio consejo práctico.  Jesús llega a eso en el versículo 11.  “Porque todo el que se exalta a sí mismo será humillado, y el que se humilla a sí mismo será exaltado”.  Eso suena proverbial en sí mismo, pero habla al meollo del asunto.  Habla del orgullo del hombre.  Habla del egoísmo y/o la vanidad del hombre que fluye de tal orgullo.  Los seres humanos han luchado con el orgullo a través de los siglos.  Fue un problema con Eva en el Jardín cuando Satanás le dijo que podría ser como Dios si comía el fruto prohibido, Génesis 3:5.  Pero terminó maldecida en esa orgullosa desobediencia.  La Biblia continúa con varios ejemplos de cómo Dios humilla a las personas orgullosas.  Recuerda, el rey Nabucodonosor en Daniel 4, quien se glorió en sus logros políticos y exaltó su corazón, y Dios lo humilló para enseñarle una lección de humildad permitiéndole se alocara en forma  temporal.  O piense en el rey Herodes en Hechos 12 a quien la gente llamaba dios, y cuando Herodes no los corrigió y le dio a Dios la gloria, Dios lo llenó con gusanos y murió.  O recuerde al joven discípulo Pedro que afirmó tan arrogantemente en la noche del arresto de Jesús que incluso si todos los demás negaran a Jesús, él no lo haría.  Pero Jesús predijo correctamente que Pedro terminaría negándolo tres veces esa misma noche.  Entonces, el orgullo va antes de una caída.  Como dice Jesús, si te exaltas a ti mismo, serás humillado.  Eso es cierto si eres un invitado que vas a una fiesta.  Pero eso es cierto en general.  Y es especialmente cierto en el panorama general de nuestra relación con Dios.  Dios no quiere que nos exaltemos arrogantemente a nosotros mismos, pecadores que somos.  Si tratamos de exaltarnos a nosotros mismos, las palabras proverbiales de Jesús nos advierten que podemos encontrarnos en esta vida humillados por Dios.  Y ciertamente, en el gran esquema de la eternidad, ese será el caso.

Sin embargo, la Biblia también es clara en que Dios exalta a los humildes.  Veremos más adelante en el evangelio de Lucas, en Lucas 18, la parábola de Jesús sobre el recaudador de impuestos orando a Dios, diciendo: “Ten misericordia de mí, un pecador”.  Jesús dice que tal es la actitud de quien Dios perdona y justifica.  Del mismo modo, como dijo Jesús en las bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de Dios”.  Encontramos gracia, misericordia y perdón cuando venimos con un corazón humilde y contrito para buscar la salvación a través de la fe en Jesús y su sacrificio expiatorio en la cruz por nuestro pecado.  Mencionamos como el discípulo Pedro aprendió la lección opuesta en su triple negación a Jesús.  Pero también se encontró restaurado por Cristo cuando regresó humildemente a Jesús.  Pedro mismo, escribiría más tarde, en 1 Pedro 5:6, “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que en el momento adecuado os exalte”.  Una vez más, podemos pensar en cómo nuestra humildad en esta vida puede llevarnos a ser exaltados en el contexto de elegir un asiento en un banquete.  Pero Jesús quiere que también veamos el panorama general y en el gran esquema de la eternidad para ver el llamado a venir humildemente ante Dios, pecadores como somos, para que Él nos perdone y nos levante.

Entonces, en este primer punto hemos visto una lección para los huéspedes que tiene una aplicación inmediata, pero también una aplicación más grande para toda la vida y para la eternidad.  Pasemos ahora a nuestro segundo punto y veamos una lección que Jesús da a los anfitriones.  Esto son los versículos 12-15.  El versículo 12 comienza con Jesús dirigiéndose a la sede de la fiesta específica a la que asistía ese día.  Observa cómo se describe al anfitrión allí.  Se le describe como el que invita a los invitados.  Eso es lo contrario de la lección que acababa de dar. En nuestro primer punto se dirigió a los invitados, es decir, a los que fueron invitados por el anfitrión.  Ahora, se dirige a aquellos que están invitando a los invitados, en otras palabras, al anfitrión.  En un tono bastante personal, su lección al anfitrión actual es dirigirse a él en la segunda persona del singular, no en la segunda persona del plural.  En otras palabras, Jesús le está hablando muy directamente.  Por supuesto, podemos tomar esta lección y aplicarla en general a cualquiera que organice una fiesta de este tipo.  Pero Jesús aquí le habla muy personalmente a él, el anfitrión de esa fiesta en la que está ese día.

La lección de Jesús entonces a los anfitriones es básicamente invitar a personas que no pueden pagarles.  No invites a tus amigos y familiares o a tus vecinos ricos.  Invita a los pobres y lisiados y a las personas no acomodadas.  Creo que debemos tener en cuenta que esto no es un mandato absoluto moral.  En otras palabras, no creo que estés pecando que cuando te casas  invitas a tus amigos y familiares.  De hecho, ¡creo que normalmente deberías invitarlos!  Pero Jesús usa esto para enseñar una lección acerca de ser recompensado por las buenas obras.  Si haces una fiesta e invitas a alguien y ellos hacen una fiesta a cambio, realmente salen devolviendo el favor.  Como Jesús dice en otra parte, recibiste tu recompensa en esta vida.  Pero si haces algo bueno a otros que no son capaces de corresponderte, entonces Dios verá esa buena acción y te recompensará.

Pero nota cuando Jesús dice que la recompensa vendrá.  El versículo 14 dice que serás recompensado en la resurrección de los justos.  Y así, a diferencia del primer punto, esta lección no se trata tanto de sabiduría práctica para aquí y ahora.  Si bien es probable que hagas algunos amigos bendiciéndolos generosamente con tal fiesta, Jesús no está prometiendo algún beneficio aquí y ahora por hacer esto.  Así es a menudo como la gente quiere pensar a cerca la piedad y las buenas obras.  Quieren pensar en términos de recompensa y bendición aquí y ahora.  Piensan que harán buenas obras en este momento, y que Dios los verá y los bendecirá con una recompensa aquí y ahora.  Ahora, a veces Dios hace eso.  Cuando el rey Salomón le pidió a Dios sabiduría en lugar de riquezas y larga vida, Dios lo recompensó no solo con sabiduría, sino también con riquezas y honor.  Dios entonces le prometió a Salomón que si seguían viviendo fielmente, Dios también lo bendeciría con larga vida.  Por lo tanto, hay ejemplos en la Biblia de Dios recompensando las buenas obras incluso aquí y ahora.  Pero la Biblia también muestra que a menudo no encontramos esa recompensa aquí y ahora.  Pero Jesús aquí promete que la recompensa vendrá finalmente.  En última instancia, y especialmente, tal recompensa vendrá en la gloria de la era venidera en la vida de resurrección.

Permítanme agregar una importante advertencia y aclaración aquí acerca de la recompensa de Dios por nuestras buenas obras.  Necesitamos conectar eso con el punto anterior sobre la humildad.  Cualquier buena acción que hagamos en esta vida no es mas que nuestro deber para con Dios.  Y cualquier buena acción que hagamos en esta vida, es en última instancia porque el Espíritu de Dios ha estado obrando en nuestros corazones para dar tal fruto de piedad.  Y cualesquiera que sean las buenas obras que hagamos en esta vida, sabemos que todavía pecamos regularmente de diferentes maneras.  Y cualesquiera que sean las buenas acciones que hagamos en esta vida, sabemos que ninguna cantidad de buenas acciones puede compensar todas las malas acciones que ya hemos hecho en nuestra vida.  Por lo tanto, al pensar en nuestras buenas obras en esta vida y la recompensa que vendría en la vida de resurrección, debemos tener una gran humildad.  No debemos ir a Dios jactándonos de nuestras buenas obras y exigiendo una recompensa.  No, nos corresponde a nosotros venir humildemente ante Él, diciendo que en el mejor de los casos hemos cumplido con nuestro deber, y en todo necesitamos misericordia y el perdón de nuestros pecados que se encuentran en Jesucristo.  Y sin embargo, es un placer para nuestro misericordioso Padre Celestial recompensarte incluso por las cosas buenas e imperfectas que haces en esta vida.  En otras palabras, en esta categoría de buenas obras, humillémonos ante Dios y dejemos que Él nos exalte. 

Entonces, mientras tomamos este segundo punto y lo conectamos con la humildad que Jesús elogió en el primer punto, no perdamos el punto de Jesús aquí.  Crezcamos haciendo buenas obras y mostrar generosidad a los demás aquí y ahora, especialmente siendo intencionales para hacerlo con personas que no pueden corresponder.  Tengamos especialmente este celo debido a la gloria que nos espera en la era venidera.  Llegará un día en que los muertos resuciten.  Los impíos serán resucitados a la condenación eterna.  Pero los que se consideran justos en Cristo serán resucitados a la vida eterna en un reino de gran gloria.

Esto lleva entonces a nuestro tercer punto para considerar la parábola de Jesús del gran banquete en los versículos 15-24.  Espero que puedas apreciar el desarrollo aquí a través del evento de esta fiesta a la que Jesús estaba asistiendo.  Jesús comenzó a hablar en nuestro primer punto especialmente sobre el aquí y ahora, pero insinuando el futuro.  En el segundo punto no solo insinuó, sino que se volvió para decir explícitamente que viviéramos aquí y ahora a la luz del futuro.  Que esto lleva en el versículo 15 a alguien exclame en la fiesta: “¡Bienaventurado todo el que coma pan en el reino de Dios!”  Entonces, los invitados allí en esa fiesta estaban recibiendo el mensaje.  Jesús hizo que la gente mirara hacia adelante a un tiempo futuro de gloria.  Si aún apreciaron completamente cuándo y cómo se vería eso, no lo sabemos.  Por otra parte, nosotros mismos solo tenemos una comprensión parcial de cómo será ese futuro.  Pero un día, cuando Cristo regrese, entonces resucitará a todos de entre los muertos.  Luego estará ese juicio final.  Aquellos salvos en Cristo serán conducidos al reino consumado de Dios en la nueva creación.  Allí estaremos en un maravilloso paraíso con Dios para siempre.  Podemos decir una serie de cosas de cómo será tal gloria.  Seguramente, habrá mucha adoración a Dios en marcha.  Pero se nos recuerda aquí en este pasaje que también habrá mucha fiesta.  Fiesta santa, piadosa, maravillosa y alegre.  No en formal pagana, o de malo tipo.  Pero una maravillosa fiesta justa y celebración con nuestro Señor.  Cada una de las fiestas del antiguo pacto mira hacia adelante a tal fiesta en gloria.  Cada vez que participamos de la Cena del Señor bajo el nuevo pacto también se hace eso.  ¿No es emocionante pensar en tener tal compañerismo en el futuro? Y Dios será el anfitrión.

Nota entonces cómo Jesús responde al hombre que hace esta exclamación gozosa en el versículo 15.  Al estilo clásico de Jesús, no solo da una respuesta simple, como: “Amén” o “Sí, tienes razón, será maravilloso”.  En cambio, lo convierte en un momento de enseñanza con esta parábola del gran banquete.  Una vez más, una parábola muy directa, lo que significa que nos da una parábola del banquete para enseñarnos sobre banquetes, aunque sea un banquete celestial.

Entonces, Jesús describe a un anfitrión que está planeando un gran banquete.  ¡Esta va a ser una gran fiesta!  El anfitrión da las invitaciones habituales y siguiendo la costumbre luego les hace saber cuando todo está listo.  Pero luego, uno por uno, todos dan sus excusas de por qué ahora en el último minuto que no pueden venir.  Si alguna vez has organizado una gran fiesta, es de esperar que nunca hayas tenido a todos tus invitados cancelando la participación en el último minuto.  Pero probablemente algunas personas te hayan cancelado en el último minuto, e incluso cuando tenían una buena excusa, aún así puede ser frustrante.  Si te toma mucho trabajo para organizar una gran fiesta para la gente, planificando y preparándote durante días, o tal vez incluso semanas, o tal vez incluso con más tiempo, y luego finalmente llega el día y todos comienzan a cancelar, te sentirás decepcionado, frustrado o tal vez ambos.

Así que eso es lo que Jesús imagina en esta parábola. El anfitrión entonces tiene un plan.  Él invita a todas las personas pobres, lisiadas y necesitadas a la fiesta, ya sabes del tipo de personas que Jesús estaba hablando en nuestro segundo punto, el tipo que nunca podría pagarte.  El anfitrión hace eso, pero todavía hay espacio.  Por lo tanto, pide que se haga una búsqueda aún mayor en las carreteras y senderos para también llevarlos a la fiesta.  Estos probablemente deberían ser entendidos como los indeseables.  Personas a las que probablemente no querrían venir a tu casa.  ¡El anfitrión dice que traiga incluso a ellos también!  ¡Llena mi fiesta!

El versículo 24 es clave aquí.  Una razón por la que el anfitrión es tan celoso de llenar su fiesta es un juicio contra todas aquellas personas que fueron invitadas y rechazaron la invitación.  Si más tarde se dan cuenta de lo increíble que es realmente estar en una fiesta, y quieren terminar tratando de venir a la fiesta, entonces serán rechazados.  No les quedará espacio. 

Es interesante que en esta última parábola ese día en esa fiesta volviera a hablar a los invitados, aquellos que serían invitados a la fiesta. Les llama a que reconozcan una buena invitación cuando llega y a no descuidarla.  Jesús está hablando ahora de un banquete celestial, como hemos dicho.  ¿Quiénes son entonces esas personas que Jesús podría estar tratando de advertirles?  Pues bien, podemos pensar que este es un mensaje que tiene aplicación universal.  Que a quien Dios llame a Cristo, que no lo rechacen a Él y a su reino al que Él invita.  Pero en ese momento podrías pensar especialmente en cómo habla al pueblo judío que realmente fueron las primeras personas invitadas en cierto sentido.  Sin embargo, cuando muchos de ellos rechazan la invitación de Jesús, Él traerá su invitación a su reino a todas las naciones.  También podríamos señalar que el Nuevo Testamento registra que muchas de las personas ricas y acomodadas tendían a ser aquellas que rechazaban la invitación de Jesús, mientras que a menudo eran los pobres y necesitados los que se alegraban de recibirla.  En última instancia, serán los pobres de espíritu, que reconocen su necesidad de Jesús y su reino celestial con sus tesoros, los que prestarán atención a esa invitación.

Iglesia Presbiteriana de la Trinidad, todavía hay espacio hoy para entrar en el reino y ser parte del banquete celestial de la fiesta en el futuro.  Sólo hemos comenzado a saber cómo será la gloria.  Espero con ansias la adoración.  Sospecho que incluso habrá oportunidades para trabajar y trabajar de buenas maneras que no sea carga como lo es ahora.  Pero también habrá fiesta y celebración y mucha alegría.  Cómo funcionará todo, no lo sé.  Pero lo espero con ansias.  Que cada fiesta que disfrutes en esta vida te llame a mirar a esa fiesta escatológica.  Y eso significa, que ustedes en fe reciban a Cristo y vivan la vida aquí y ahora en preparación para la gloria del reino venidero. 

Amén.

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